En los días de mayo de 1810 vastos sectores de la población permanecían excluidos de toda decisión y beneficios. Sólo tenían voz y voto, las personas más acaudaladas o los “hijos de”, que haciendo portación de linaje, desempeñaban algunos cargos públicos o ejercían su influencia sobre los representantes del poder español con la única meta de preservar y aumentar sus privilegios. Por entonces, ellos eran considerados el “pueblo”. Todo el entramado social que no calificaba para ser parte de ese selecto grupo –indígenas, gauchos, negros y mulatos (sobre todo), criollos sin estirpe etc.-, permanecía al margen de la vida pública, la razón de su existencia era trabajar para servir y generar una riqueza que jamás les pertenecería porque tales bienes estaban reservados para una élite demasiado ocupada en mantener su posición y legitimar esa supremacía. Pero la aparición en escena de Moreno, Belgrano y San Martín, entre muchos otros, significó la inclusión lenta pero progresiva de todas esas mayorías silenciadas e ignoradas para quienes no hubo lugar en aquel primer Cabildo pero que con el paso de los años fueron ocupando lugares y asegurando derechos colectivos. Hoy se cumplen 208 años del comienzo de ese difícil proceso y esa es la gesta que debemos celebrar y no perder de vista.
En los días de mayo de 2018 muchos compatriotas pueden pensar que no hay motivo para hacer fiestas patrias ya que buena parte de nuestro pueblo no se siente invitado a dichas celebraciones, en especial los trabajadores que perdieron su fuente laboral o ven amenazados su salario y otros derechos frente a una clase que parece gobernar para sí misma, pervirtiendo de este modo el rol del estado, creado para igualar y ofrecer amparo a los que más necesitan. Atravesamos un tiempo de profundos retrocesos en el campo social y como hace 200 años existe una minoría que se pretende dueña de todo dispuesta a recortar beneficios y repartir culpas –aunque parezca increíble- entre los que padecen las consecuencias de las decisiones ejecutadas por esa minoría privilegiada. Pero frente a tantas promesas incumplidas, fracasos y postergaciones, es nuestra obligación permanecer unidos y recuperar los valores esenciales de la patria. No permanezcamos insensibles ante el dolor del otro y recordemos que la inequidad genera violencia, siempre. Esa situación es la que debemos evitar siendo solidarios, pero también exigiendo y reclamando porque sólo así se construye la democracia. Las ideas de Mayo no pierden vigencia. Sigamos gritando nuestra verdad: LA PATRIA ES EL OTRO.