María Grande al Día

Jugó como se juegan las finales. Con sapiencia, tranquilidad y la autoridad necesaria para que nadie le impida desde la planificación misma de este partido definitorio sentirse intimidado. La obligación era de Independiente, que debía ganar para estirar la serie a un tercer partido; pero nada de esto sucedió. El Rojo fue el mejor equipo en número en el certamen, pero en la llave final fue superado por la experiencia de Agrarios que en este tipo de partidos te refriega la chapa de gigante en la cara y no se achica en ningún estadio. Ya lo había demostrado en la fase regular, donde ganar en Hernandarias no era para nada una quimera, sino más bien un objetivo y lo volvió a ratificar este domingo.

La importancia del gol de Franco Omarini el domingo pasado, cuando el partido entraba en los últimos suspiros le dio hoy la posibilidad de manejar a discreción los tiempos del encuentro y gobernar cada acción con la experiencia de sus pilares.

Renzo Correa, uno de los mejores arqueros de la liga, no sufrió sobresaltos, pero dio las garantías necesarias para que la defensa despliegue con tranquilidad su juego. La experiencia de Wolosko, Tomasini, Benitez, Zampieri, la displicencia, velocidad y coraje de Diego López, y la potencia goleadora de Braka Aguilar, que volvió a estar a la altura de estas instancias, le dan hoy a Agrarios la posibilidad de disfrutar junto a su gente de un nuevo título; el decimotercero en su incomparable historia.

No es casualidad que Agrarios hoy haya jugado su tercera final en los últimos cuatro años (donde ganó dos). No es producto del azar que haya vencido en los últimos cuatro partidos a sus rivales de turno. Nada es casualidad. Todo es producto de un trabajo serio, desde lo dirigencial e institucional. Un proyecto que se ha mantenido y que tiene a Omar Verón como bastonero principal. El fútbol aplaude de pie señores. Agrarios nuevamente en el pedestal más alto, donde la historia le había reservado un nuevo lugar. Otra vez.

Luciano Mastaglia – Dx3