María Grande al Día

Este miércoles, la Cámara de Diputados de la Provincia aprobó sobre tablas el Proyecto de Ley que declara a María Grande como Capital del Tanguito Montielero. El proyecto elaborado por sectores de la comunidad mariagrandense y el área de Cultura Municipal, fue acercado a través de la Directora Departamental de escuela Adela Ramírez, a la Diputada Carina Ramos, quien le dio Estado Parlamentario tras algunos “retoques” al proyecto original, logrando que el mismo sea aprobado por unanimidad de la Cámara Baja provincial. Ahora, el proyecto que tiene media sanción, pasará al Senado Provincial, donde se espera se convierta en Ley.
Vale destacar que la base del Proyecto, fue el libro “Tanguito Montielero, la Música de mi Pueblo” de autoría de Marcia Müller, quien hizo un destacado trabajo de investigación sobre este género musical, que tiene sus orígenes en la región y cuyos autores e intérpretes, son en una gran mayoría de María Grande y la zona.

El mencionado libro, tiene Prologo de Mauricio Castaldo que expresa en algunos tramos;

Este valioso y necesario trabajo de investigación e indagación abierta que hoy nos presenta Marcia Müller sobre nuestro tanguito montielero comienza reflexionando sobre la multiculturalidad que ha forjado nuestra historia social pero que no siempre ha sido reconocida. Más bien, cierto colonialismo y cierto racismo pedagógicos han sido impuestos sobre nuestro devenir histórico. El estudio sobre el tanguito montielero hoy necesita atravesar esas fronteras equivocadas. Apoyándose en palabras autorizadas de la antropología actual, como son las de Carlos Martínez Sarasola y Carlos Cerutti, esta artista entrerriana nacida en Zárate nos invita a pensar despacio las realidades de “los que estaban, los que trajeron y los que vinieron”, procesos duros, complejos y ricos de integración social forzada por las circunstancias, en los que se fueron encontrando las culturas nativas, el aporte africano, la resistencia gaucha y la contribución de las y los gringos inmigrantes después. La lectura del trabajo de Marcia nos invita a deconstruir, desarmar, ciertas imágenes estereotipadas que tenemos del mundo sociocultural criollo y de la nacionalidad argentina. ¿Qué colores, qué lenguajes y qué códigos vitales y artísticos formaron el mundo criollo, entre los Siglos XVII y XIX? ¿Qué secretos históricos y culturales se esconden en la selva montielera?.

La sociología del tanguito montielero, su historia social, se nos presenta en términos generales como una expresión de las clases trabajadoras de las zonas rurales ubicadas entre los ríos Gualeguay y Paraná. Su ecología musical se tiñó con el verde del espinal montielero, característico de nuestro paisaje: florecieron ambos abrazados entre ríos, arroyos y cañadas. Este ambiente fue refugio de nativos resistentes al poder colonial español entre los siglos XVI y XVIII. Un funcionario imperial, Gonzalo de Doblas, documentó lo que el poder hispánico pensaba de esas tolderías charrúas abiertas, en medio del Montiel, a quién quisiera sumarse respetando las normas autónomas y resistiendo a la dominación y explotación foránea. La cita del informe de Doblas está en la ya clásica Historia de Entre Ríos de Cesar Blas Pérez Colman. Protesta el funcionario que “…estos indios –los minuanes, parcialidad de la nación charrúa- permiten en sus tolderías y en todo el territorio en que se extienden, a cuantos indios guaraníes se desertan de sus pueblos y quieren vivir entre ellos…del mismo modo permiten españoles, gauderios y changadores que andan por aquellos campos matando toros para aprovechar los cueros… pero es mucho más lo que extraen los mismos portugueses -instalados en el Brasil-, a los que ayudan y favorecen mucho los minuanes…”

ABISMOS, RESILIENCIAS Y FUGAS DE LA NACIONALIDAD MULTICULTURAL

Esa sagrada antigüedad de los valores de la solidaridad y del respeto entre iguales de derecho propio fue destacada por Atahualpa Yupanqui cuando vivió en la zona de Rosario del Tala, allá por 1930. Un gaucho judío entrerriano -Adolfo Rabinovich- le prestó a Yupanqui su catre para dormir, cuando Yupanqui no era de renombre en el mundo artístico. Esa profunda ética social montielera tenía sus códigos de fraternidad escritos hacía mucho tiempo. Contemporáneo al payador perseguido fue nuestro gran Juan L. Ortiz. En su largo poema “El Gualeguay”, Juan L. pensó esas resistencias, esas autonomías, esas fugas históricas, culturales, poéticas y esa música abismal formada por todo el ecosistema montielero, en su gloria y su drama. El poeta comienza citando nombres de la resistencia charrúa y popular y después sobrevuela el ambiente con toda su genialidad.