En medio de una pandemia, surgió una antigua discusión, ¿Es justo cobrar un impuesto a las grandes fortunas? El número de personas que afecta el Aporte solidario y extraordinario es 9298 un 0,48%, que concentran el 49,2% de la riqueza,...
En medio de una pandemia, surgió una antigua discusión, ¿Es justo cobrar un
impuesto a las grandes fortunas? El número de personas que afecta el
Aporte solidario y extraordinario es 9298 un 0,48%, que concentran el
49,2% de la riqueza, equivalente a $ 8.856.960.637.825. Ahora, ¿El impuesto
a la riqueza pone en riesgo el futuro de estas personas? ¿Este impuesto
perjudica a la inversión privada? ¿Perjudica al futuro crecimiento de la
economía?
El británico John Maynard Keynes, asesor en economía de Estados Unidos,
aseguraba en su libro la Teoría General de 1936, “En el mundo económico en
el que vivimos el pleno empleo no está asegurado y la distribución de la
fortuna y del ingreso es arbitrario y carece de equidad”. Argentina es un
reflejo de lo señalado por Keynes.
Primero, no existe la evidencia del pleno empleo, esto es propio de la idea que
la demanda va ser mayor a la oferta, dejando un margen que en palabras de
Keynes debería ser el estado quien cubra esa diferencia. Con respecto a la
segunda premisa, la distribución así como el ingreso es arbitrario y desigual.
Por el cual, el estado toma el rol central en la redistribución de estos ingresos
mediantes impuestos.
En el libro del francés, Thomas Piketty “El Capitalismo en el siglo XXI “,
demuestro que la mayor parte de los países las elevadas ganancias de unos
pocos viene aparejado al estancamiento económico. Cuanto mayor es la parte
del ingreso global que recibe ese 10% que gana más, menor es la tasa de
crecimiento y de empleo, lo que significa una injusticia. En nuestro país entre
los años 1976 y 2002 el enriquecimiento de unos pocos argentinos fue
reflejado únicamente en un incremento del patrimonio, esto
acompañado, catorce veces desde los últimos 25 años. Aunque la inversión
debería haber aumentado, contradiciendo el manual de los liberales de la
economía ortodoxa. Los cual el enriquecimiento de una minoría, como lo
señala Piketty, no es un peldaño hacia el crecimiento económico.
La situación de nuestro país es de estancamiento, agravado por las
consecuencias que producirá a mediano plazo la pandemia del COVID-19. Lo
cual indica, que el estado deberá afrontar inmensos gastos y necesitará
ingresos fiscales adicionales. En economía se utiliza el término “los ingresos
de unos son los gastos de otros”, por lo cual un impuesto único a los que
más tienen, puede ser un bálsamo en estos tiempos. Esto se vio en los
países europeos después de la Segunda Guerra Mundial, donde se
incrementaron Impuesto a los ingresos personales y se creó impuestos a las
grandes fortunas.
Los economistas ortodoxos se oponen a este impuesto con el argumento
que se frena la inversión y que, por lo tanto, desalentaría la formación de
capital llevando a la destrucción de la economía o un estancamiento severo de
la misma. Lejos esta de la realidad, esta premisa, la redistribución del ingreso
es aumento de los ingresos a consumidores, esto es generar ganancias a estas
mismas fortunas que se le están descontando.
Keynes señalaba en la obra citada que “un incremento de la propensión a
consumir contribuye a incrementar la incitación a invertir y al crecimiento de
la riqueza, lo cual muestra que la abstinencia y el atesoramiento lejos de
incrementar la fortuna tienden a estorbarla”.
El impuesto a las grandes fortunas es muy importante porque en el mundo
un grupo muy reducido de personas posee casi la totalidad del patrimonio.
Piketty pone en manifiesto la relación de largo plazo, entre la tasa de
retorno del capital y la tasa de crecimiento. Este autor muestra cómo una
diferencia muy grande entre ambas tasas puede extenderse durante mucho
tiempo propiciando una mayor participación del capital en la economía. La
creciente proporción de los ingresos derivados del capital en los ingresos
totales (por lo tanto, una decreciente proporción de los salarios) favorece la
persistencia de niveles sostenidos de desigualdad económico.
Esto nos obliga a discutir meritocracia e igualitarismo; las propuestas,
argumentado por Piketty, de “tasas confiscatorias de alcance global para
gravar progresivamente al capital o eliminación de los paraísos fiscales y
fortalecimiento de una institucionalidad que haga posible la tributación
global”.
Argentina no es la excepción a la regla mundial, la pandemia expuso una
discusión que nos debemos como sociedad. Es necesario discutir las escalas
de ingresos en relación al crecimiento del capital. Esto en la lógica que si
el aumenta el ingreso por salario, estaría aumentando la tasa de retorno
al capital invertido. Significa que este impuesto a la riqueza, bien
direccionado, sería un multiplicador de la tasa de crecimiento económico.
Sera cuestión de cambiar el tono de discusión de las ideas, de no hacer
enemigos a nuestros hermanos, de no dejar de nuevo que nuestra
idiosincrasia nos lleve al vacio.
Lic. En Economía Luciano Bisay Plassy
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