Hoy se cumplen 42 años de un pasado que es necesario recordar y cuestionar. Todos sabemos que en esa fecha se instauró el más sangriento golpe de estado...
Hoy se cumplen 42 años de un pasado que es necesario recordar y cuestionar. Todos sabemos que en esa fecha se instauró el más sangriento golpe de estado de la historia argentina. Pero sabemos también, que recuperan fuerza los sectores que proponen considerar este hecho como algo del pasado, algo que no merece ser destacado en el presente, algo que debe olvidarse de una vez por todas para “habilitar” la gran reconciliación nacional, en la que todos los argentinos, como en un cuento, nos abracemos olvidando clases sociales, relaciones de poder, historias e ideologías. ¿Pero puede esto ser posible?
Es curioso como una simple fecha puede disparar tantas preguntas. O no. Esa fecha, 1976, nos persigue todo el tiempo, como una sombra que jamás nos abandona. En todos estos años de democracia muchas cosas han cambiado desde esa larga y oscura noche iniciada cuando la dictadura ejerció el gobierno de facto en nuestro país. Pero otras, no tanto. En los años de plomo un sector privilegiado de la sociedad, autoconvencido de su rol, sentía el poder de ser dueño de la vida y la muerte de miles de personas. Su intromisión en la historia dejó una marca de sangre pero también produjo un cambio radical en el modelo económico de la Argentina.
Muchas cosas se han escrito en relación a esta fecha y con una frase de gran significado y poder simbólico los argentinos supimos sintetizar nuestra vocación por la democracia: “NUNCA MÁS”, casi como si fuera un slogan. Pero nos hemos preguntado a que decimos Nunca Más? ¿Nunca más a la desaparición, tortura y exterminio de nuestros compatriotas? ¿Nunca más un golpe de estado? ¿Nunca más la desindustrialización del país y el empobrecimiento de su población? ¿Nunca más a la desaparición de una generación entera para imponer un plan económico conservador y antipopular? ¿Nunca más la persecución y estigmatización de la juventud militante? ¿Nunca más a la destrucción de los lazos sociales? ¿Nunca más al silencio cómplice e interesado de los grandes medios de comunicación? ¿Nunca más a expresiones como “algo habrán hecho” que convierten a la víctimas en potenciales victimarios?
Al hacernos estas preguntas, muchos ensayaríamos respuestas parecidas. Muchos pero no todos, porque no podemos desconocer que existen sectores sociales que estarían muy en desacuerdo con nosotros. Estos grupos reclaman “terminar con el pasado”. Sin embargo, esa consigna me genera aun más preguntas todavía: ¿Hay quienes siguen defendiendo el plan económico de la dictadura? ¿Las desapariciones son algo del pasado? ¿Y las casi 400 argentinos que siguen sin conocer su real identidad porque fueron apropiados al nacer? ¿Qué hay de ellos? ¿Y los jóvenes que mueren víctima del gatillo fácil de la policía, amparada incluso en su ilegal accionar por las esferas más altas del poder, el que se supone, debe velar por la vigencia de los principios democráticos? Estas preguntas, a su vez, desencadenan en mí un nuevo interrogante ¿Es que todo esto es algo del pasado entonces? ¿Cuándo decimos “Nunca Más”, a qué nos referimos?
Digamos “Nunca Más” a la negación del pasado, digamos “Nunca Más” al olvido y la indiferencia colectiva, digamos “Nunca Más” a los que pretenden transformar derechos en privilegios precarizando la consciencia del pueblo y despojándolo de sus conquistas sociales.
Pensar y repensar el 24 de Marzo y sus implicancias no es sólo hablar del pasado sino también y sobre todo, interpelar el presente. Discutamos, reflexionemos, ejercitémonos en el recuerdo de lo que no queremos repetir, de todo lo que no queremos que nos hagan.
El 24 de Marzo es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia y no una fecha para simplemente evocar algo del pasado.
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