La llegada de un nuevo 1° de Mayo nos alerta especialmente sobre la situación de miles de trabajadores argentinos que durante lo que va de la gestión de Mauricio Macri han perdido su trabajo o han visto deterioradas enormemente las condiciones en las que lo desarrollan.
Se ha dicho ya varias veces que las políticas de corte neoliberal que desarrolla el gobierno de Cambiemos tienen como uno de sus objetivos finales la disminución de los sueldos en la Argentina y que, si en algún momento se produce la expansión de la población trabajadora, se hará con trabajadores que ganen sueldos de hambre y hayan resignado sus derechos en el altar de la flexibilización laboral.
Para hacer esto posible se requiere de un ejército de desocupados, cuya necesidad por conseguir trabajo les permita a los capitales concentrados contratar en condiciones cada vez más desfavorables para aquel que solo tiene la fuerza de sus brazos para llevar el pan a la mesa.
Todo esto se ha dicho y a veces la repetición de algunas expresiones hace que estas pierdan fuerza. Sin embargo, algunos números de la economía marcan con crudeza ese escenario. En el primer año de gobierno de Macri se perdieron 130.000 puestos de trabajo privado en Argentina. Se trata de empleos en blanco, y se calcula que por cada empleo en blanco se pierden también dos o tres en negro. Si hacemos el calculo más moderado, en un año se perdieron 390.000 puestos de trabajo, impactando en casi un millón y medio de personas, si calculamos a cada trabajador como integrante de una familia de cuatro personas.
Si a esto le sumamos la perdida de miles de empleos públicos en el medio de una campaña de estigmatización con frases como “son todos ñoquis” y el efecto de la recesión económica en el empleo informal, las proyecciones crecen aún más.
Eso, en un año. En lo que va de 2017 las cosas no han cambiado demasiado. Es más, cansados de esperar la “lluvia de inversiones” que no llega, los argentinos asistimos a la reedición de una bicicleta financiera (dolares – pesos – lebac – dólares) que desalienta la inversión productiva. Incluso, recientemente vimos con asombro como la situación quedaba patentizada en el comportamiento de la empresa Tenaris, del Grupo Techint, que despidió a cientos de empleados en el país y le rebajó el sueldo a los otros mientras inauguraba una planta en Estados Unidos -donde tomó 500 trabajadores- para competir con la producción local.
A la luz de estos datos, no debe sorprender a nadie el aumento de la pobreza, situación que según las estadísticas oficiales alcanza a más de 13 millones de personas, una cantidad a la cual otras mediciones le suman tres o cuatro millones más.
La caída del salario real es tan evidente que parece ocioso repasarlo. A junio de 2016, es decir, seis meses después de asumir Macri, la comparación interanual marcaba una pérdida del 12,1% del poder adquisitivo (según el Centro de Información y Formación de la República Argentina) y en ese momento todavía muchos argentinos se esperanzaban con la llegada del segundo semestre. Luego descubriríamos que se trató solo de un eslogan.
En los hechos, el gobierno de Macri bajó los sueldos y aumentó la desocupación, que es la condición principal para poder llevar adelante esa política.
Promesas de campaña relacionadas con lo laboral hubo muchas y la mayoría, sino todas, quedaron en el olvido. La pobreza cero trocó un mayor pobreza y menos trabajo.
Y tal vez como una rareza de este proyecto, ya no escuchamos decir “estamos mal pero vamos bien” o cosas perecidas, sino sencillamente que después de las elecciones de octubre, se profundizará el camino del ajuste.
El dialoguismo del macrismo se convirtió en represión a los trabajadores que resisten sus políticas o tienen el “atrevimiento” de advertir que el 17% de inflación promnetida para este año es solo una treta para ponerle un techo a las paritarias.
La preocupación por una educación pública de excelencia cambio a la indeferencia por la escuela pública patentizada en la no convocatoria a la paritaria federal docente y el lamento posterior por quienes “caen” en la escuela pública.
La generación de puestos de trabajo y el impulso a las economías regionales, se cambió por la apertura indiscriminada de las exportaciones. En fin, lo que allá por el 2015 ellos llamaban “la campaña del miedo” se transformó en realidad.
Por eso, entiendo que este 1° de Mayo, hay poco para festejar…