Por el momento, por respeto y acompañamiento a la decisión de mi hermana -ex carmelita de Nogoya- mantendremos nuestra identidad en reserva. Llegará el momento de presentarnos en la causa para aportar testimonios y pruebas. Es una paradoja que...
Por el momento, por respeto y acompañamiento a la decisión de mi hermana -ex carmelita de Nogoya- mantendremos nuestra identidad en reserva. Llegará el momento de presentarnos en la causa para aportar testimonios y pruebas. Es una paradoja que las victimas de hechos salidos de novelas medievales deban ocultarse, pero es moneda corriente en la diócesis de Paraná (Entre Ríos) -en la cual contrariamente al espíritu cristiano- los postergados y sufrientes son escondidos y negados.
Hace pocas horas que se hizo publica la noticia que todos conocemos y quisiera permitirme un párrafo para destacar la labor de la prensa de general y del medio ANALISIS en particular, ya que en provincias semi feudales como las nuestras la prensa suple –en ocasiones- la inactividad de instituciones que actúan al son de los poderes reales (la corporación político-policial-económica-judicial).
Es verdad que las monjas de Nogoyá se aplican disciplina (símil látigo en las nalgas) en ejercicio de una libertad restringida o inexistente.Es verdad que se considera que cuanto más jóvenes ingresen mejor ya que existen menos riesgos de «impureza». Es verdad que se aplican castigos -según sabemos no agresión física sino verbal- en ocasiones durante horas estando la superiora de pie, la «infractora» arrodillada en frente de ella y el resto de la comunidad expectante. Horas, días, años. Es verdad que a modo de sanción la superiora impone enclaustramiento a pan y agua durante hasta dos días (el pan y el agua se dejan en la puerta de la celda para evitar contacto).Es verdad que se impide el contacto con la familia, reduciendo gradualmente los días y horarios de visitas. Es verdad que se priva a las monjas de atención medica elemental. Es veradad que se sanciona a carmelitas durante semanas con el uso de mordazas que ellas mismas deben construir (igual que a los reos antiguos se los obligaba a cavar sus tumbas o construir sus horcas, para mayor indignidad y vejación). Es verdad que se leen las cartas salientes, las entrantes (en violación a la ley penal) y en ocasiones se suprime correspondencia. Es verdad que se prohíbe a ciertos familiares de las monjas (en contra de la voluntad de estas) visitar a la monja familiar bien por su modo de vida, elecciones políticas, sexuales o religiosas. Es verdad que la superiora lee diarios, usa internet, usa telefonía celular y ve televisión en su dormitorio. Es verdad que el obispo del lugar tiene responsabilidad en lo que sucede dentro de la clausura (además de la Santa Sede que dista 12.000 Km del convento y que se vale de las diócesis para tomar noticias de hechos como estos). Es cierto que al menos Mons. Maulión y Mons Puiggari conocen de primera mano lo sucedido en el convento, y ambos hicieron lo mismo: nada.
No llama la atención tratándose de las mismas personas (junto con Karlic y otros) que ocultaron abusos a menores en el Seminario Arquidiocesano de Paraná.
Alguien ajeno a la cultura de la fe podría pensar -no sin motivos- que si estos hechos existieron, la monja agredida tenía posibilidad desalir del lugar.
Podría, pero la pena era la condena eterna o excomunión. El alejamiento progresivo, sistemático y perverso con su familia les hacía dudar que pasaría afuera: ¿alguien las esperaría? ¿vivir en la calle? ¿la muerte?. «Mi dios para salvarme me pide este sacrificio del que solo me libraré con mi extinción física». Extrema presión física y psicológica sobre chicas casi adolescentes. Como resultado cede progresivamente el ejercicio de la libre voluntad, el sistema nervioso central se agota, el físico se agota y comienza el auto exterminiovía de enfermedades psicosomáticas: ulceras, cáncer, aspecto cadavérico, dolor en articulaciones crónicos, problemas de sueño yalimentación, etc.
Un día fui a visitar a mi hermana y se me impidió hacerlo. Juré nunca volver a ese lugar en la conciencia de que ella era feliz y libre. La consideré muerta. Nunca volví.
Meses después operaron distintas circunstancias para que ella pudiera librarse de ese calvario. La «iglesia institución» la negó, y muchas personas MARAVILLOSAS la ayudaron.
Según mi criterio, cuando salió del convento y vimos su real estado de salud, le quedaba menos de una año de vida.
Permítanme decirlo: hoy es feliz, hermosa, motivo de alegría, amor de tía, emprendedora y vivaz. Como aquella chica que a los 18 años,llena de entusiasmo, buscaba su vocación. Bienvenida otra vez.
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