María Grande al Día

(Del programa radial Semanario 1030 del Prof. Mario Portugal, Radio del Plata)

Cincuenta años de aquella fatídica noche donde se destruyó a la Universidad, donde algunos de los científicos más brillantes fueron obligados a dejar el país. La violencia había comenzado un mes antes con el derrocamiento de Illia. El golpe en la Universidad de Buenos Aires fue devastador; de ahí había salido el primer Nobel en ciencias y sentadas las bases para otros dos: Houssay, Leloir, Milstein; todos ellos profesores, investigadores, fuga de cerebros, desmantelamiento de equipos científicos. En ‘exactas’ ya se investigaba con “Clementina” la primera computadora de América Latina; ni ella ni sus operadores quedaron a salvo. Esa noche comenzó una dictadura de barbarie, que la dictadura del 76 potenció hasta el terror. La UBA no volvió a ser la misma, se intervino el Conicef, se empobreció Eudeba (editorial de la Universidad) una de las principales usinas de divulgación científica. Uno de los documentos que más circuló como testimonio y como denuncia sobre el hecho, fue una carta del profesor Warren Ambrose -una de las víctimas directas de aquellos bastones para abollar ideologías (como los llamó Mafalda)- envió a el New York Times; que decía: “nos hicieron pasar entre una doble fila de soldados, colocados a una distancia de diez pies entre sí, que pegaban con palos o culatas de rifles, que nos pateaban rudamente en cualquier parte del cuerpo que pudieran alcanzar. Nos mantuvieron a suficiente distancia uno de otro, de modo que cada soldado pudiera golpearnos a cada uno.”

Mas allá de la crónica de la violencia, el profesor consignaba un presagio desgraciado en la última oración de su carta: “Esta conducta del gobierno, a mi juicio, va a retrasar seriamente el desarrollo del país por muchas razones, entre las que se encuentra el hecho de que muchos de los mejores profesores se van a ir del país.”

Y lamentablemente así fue. Porque como dijo el Rector de la Universidad de Buenos Aires hasta ese 29 de julio de 1966, el Ingeniero Hilario Fernández Long, lo más importante de la noche de los bastones largos no fueron los bastonazos –que el fin al cabo teniendo en cuenta lo que vino después- fueron un episodio menor, sino la intervención a las universidades. (Hasta aquí la nota de Radio del Plata).

De cosecha propia: En aquel entonces el semanario Primera Plana y otras publicaciones políticas del momento -voceros del poder económico como serían hoy Perfil o Noticias- fijaban la imagen de un presidente constitucional asimilándolo a una tortuga, o dormido con una paloma posada sobre su cabeza. Más adelante, los menos politizados supimos que la tortuga estaba intentando poner en vereda a los laboratorios extranjeros.

Noticia de historia aún cercana. Conclusiones a cargo de cada lector.

E. B.